Aunque rio de curso corto, no deja de ser una referencia tanto por sus aguas cristalinas como por su abundancia en truchas.
Nace en el puerto de Cerredo y desemboca en el Navia fundiendo sus aguas en el embalse de Salime; cubre un buena parte del occidente asturiano y recorre los municipios de Degaña, Cerredo, Taladrid, Cecos, San Antolín de Ibias y Marentes.
Periódicamente ademas, suelen repoblarlo con la trucha original de la zona, una especie muy resistente y de buen tamaño. Cuando se viaja por estos pueblecitos es habitual hacerlo paralelo al rió y al sinfín de arroyos y fuentes que nacen en cualquier rincón y vierten sus aguas el río Ibias. Entre la ingente vegetación abundan las frutas entre ellas: las castañas, los higos, madroños, uvas, peras, ciruela, manzanas, etc. Son muchos los pescadores que acuden aquí a practicar el arte de la pesca y disfrutar tanto de su paisaje como de su gastronomía.
La mayor parte de las familias del pueblo elaboran aguardiente, casi únicamente para consumo propio, pero esa bebida nunca falta.
Tanto por tradición -pensad que Galicia está a un paso- como por remedio contra el frío, ya que la zona en las épocas de invierno se tornaba dura y rigurosa, los vecinos aprovechaban los restos de la uva , incluso algunas frutas, para destilar el alcohol de obtener el aguardiente que les duraba todo el año.
Es costumbre, en los entornos rurales en general, levantarse temprano y comenzar el día con un sorbito de aguardiente acompañado de alguna pasta o dulce. Eso despereza el fresco de la mañana y anima el cuerpo para comenzar a trabajar en tareas que suelen ser duras y de mucho esfuerzo. El aguardiente era recurso que se podían permitir contra otras bebidas alcohólicas «importadas» de fuera que tenían un coste que no se podía pagar. El aguardiente era un subproducto que estaba al alcance de la mano y que, si eran perezosos, los agricultores lo obtenían del desecho de la vid y uva. Quien mas quien menos disponía de una alquitara en casa y la ponía a trabajar para que lentamente fuera destilando alcohol en ese proceso de añadir fuego, agua y bagazo al recipiente. La uva la trajeron a la zona probablemente los romanos y hay que pensar que durante toda la edad media, era también una fuente de calorías y alimento. Aunque decayó en una buena parte del siglo pasado, hoy, muchos lugareños han vuelto a replantar viñas y están elaborando magníficos vinos, vinos de altura en todos los sentidos, tanto por la ubicación como por la calidad, aunque muy difíciles de producir dada la orografía escarpada del terreno.
No sé, por otro lado, si es el gusto de productor o es que lo da la uva, una característica muy común es el elevado grado de producto, es muy habitual encontrar aguardientes de 80 grados y hay que estar preparados para aguantar un trago así, de refilón. Pero eso no quita que , aunque fuerte, posee un aroma y gusto incomparables.
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