En el corazón del suroccidente asturiano, entre montañas verdes, ríos cristalinos y valles donde el tiempo parece haberse detenido, se alza San Antolín de Ibias, una joya poco conocida que demuestra que el paraíso no siempre está lejos, sino escondido.

Plaza central del pueblo de Ibias y su iglesia románica
Aunque es un pueblo pequeño —menos de 2.000 habitantes—, San Antolín de Ibias lo tiene todo. Y no es una forma de hablar. A diferencia de muchos enclaves rurales que luchan por mantener servicios básicos, aquí la vida cotidiana transcurre con todas las comodidades: gasolinera, talleres de reparación de automóviles, centro médico, residencia de mayores, un moderno instituto que acoge a estudiantes de todas las edades, supermercado familiar, tiendas tradicionales y restaurantes donde se come bien, mucho y barato.
Un entorno natural de postal
El visitante que llega a San Antolín lo nota enseguida: el aire es más limpio, el silencio más profundo y la gente más cercana.
Sus ríos de aguas cristalinas, los senderos que atraviesan bosques de castaños y robles, y la presencia del oso pardo cantábrico, símbolo de la naturaleza salvaje, convierten la zona en un pequeño paraíso para excursionistas, fotógrafos y amantes del turismo rural.
El entorno invita a descubrir antiguas minas, viejas viñas de vino asturiano, y un paisaje que cambia de color con cada estación. En verano, la piscina municipal se convierte en punto de encuentro, dándole al pueblo un ambiente alegre y familiar.
San Antolín sorprende a todos los que lo descubren. Es un pueblo con alma, historia y —lo más importante— todos los servicios que uno necesita para vivir con calidad:
Gasolinera y talleres de reparación de automóviles
Centro médico y residencia de mayores
Un moderno instituto que acoge a estudiantes de todas las edades
Pequeñas tiendas y un supermercado familiar
Excelentes restaurantes de cocina casera, con precios de los de antes
San Antolín es el ejemplo perfecto de que el mundo rural también puede ser cómodo, dinámico y lleno de oportunidades.
Y por si fuera poco, San Antolín cuenta con un helipuerto, símbolo de su apuesta por la comunicación y los servicios modernos incluso en el corazón de la montaña asturiana.
Tradición y autenticidad que enamoran
El núcleo urbano, presidido por su iglesia románica, ofrece una estampa digna de postal. Frente a ella, la plaza principal y el edificio del Ayuntamiento componen un conjunto arquitectónico que rezuma historia y armonía. No es casualidad que en 1999 San Antolín de Ibias fuera proclamado “Pueblo Ejemplar de Asturias”, un galardón que cada año entrega la Fundación Princesa de Asturias y que llevó a los Reyes de España a recorrer sus calles, convivir con los vecinos y conocer sus costumbres y su cultura ancestral.
Las fiestas de San Antolín, en honor a su patrón, son un ejemplo de hospitalidad asturiana. Música tradicional, gastronomía casera, danza, gaitas y sidra fluyen por igual entre vecinos y visitantes. Aquí la gente abre las puertas de su casa y del corazón.
Un lugar para vivir bien
Muchos visitantes que llegan “solo a pasar unos días” acaban buscando casa para quedarse. Las pocas viviendas disponibles en el casco urbano son hoy auténticas joyas, oportunidades únicas para quienes sueñan con una vida tranquila, natural y plena.
“San Antolín tiene todo lo que busco: naturaleza, servicios y gente auténtica”, comenta Luis, un madrileño que decidió mudarse hace cinco años. “Aquí mis hijos estudian a gusto, puedo trabajar en remoto y cada tarde damos un paseo por el río. No hay estrés, solo vida”.
Entre el sosiego y la conexión
A pocos kilómetros se encuentran Cangas del Narcea y A Fonsagrada, lo que permite combinar la serenidad del entorno rural con el acceso rápido a centros urbanos más grandes. Desde aquí, uno puede moverse con facilidad sin renunciar a la tranquilidad que define a esta tierra.
San Antolín de Ibias: donde la vida sabe mejor
En los bares del pueblo, siempre con la chimenea encendida en invierno y las terrazas animadas en verano, se reúnen vecinos que hablan de la cosecha, de los osos avistados en el monte o de los días en que los Reyes pasearon por la plaza. Nada se improvisa, pero todo se comparte.
San Antolín de Ibias no es solo un lugar para visitar; es un lugar para quedarse.
Aquí la vida no se mide en prisas, sino en bienestar. Y eso, en estos tiempos, vale oro.
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